Comentario
La considerable labor constructiva que promovieron los grandes duques de Toscana para hacer de Florencia la capitalidad aún más prestigiosa de la nueva corte, fue puesto por Cosme I en manos de Giorgio Vasari, nacido en Arezzo en 1511 y fallecido en 1574 en Florencia. Su admiración por Miguel Angel quedó reflejada por escrito en sus archifamosas "Vidas de los más excelentes artistas" (l ª. edición, Florencia, 1550; 2 ª. de 1568), pero además en cuantas empresas arquitecturales o pictóricas intentó.
Al instalarse la dinastía Médicis en el Palacio Viejo que Arnolfo di Cambio levantó a fines del siglo XIII, se encargó a Vasari el arreglo de apartamentos y la remodelación del gran salón de los Quinientos, cuya amplia techumbre se enriquece con pinturas suyas y también las paredes que un tiempo debieron decorar Leonardo y Miguel Angel.
Es de Vasari la traza del palacio de los Uffizi, hoy museo de los primeros del mundo, que debía albergar las oficinas de la administración del gran ducado. Se construye desde 1560 hasta el fallecimiento de su tracista. Su modelo de estructura lo toma de los muros interiores de la Biblioteca Laurenciana de Florencia, iniciada por Buonarroti, que Vasari hubo de concluir. Son dos cortinas gemelas que abrazan como patio la calle que conduce desde la plaza de la Señoría a la ribera del Arno y en alzado se suceden un pórtico toscano, ventanas apaisadas, otras verticales con frontones curvos y triangulares alternantes, y una logia adintelada como ático. En el cuerpo de unión de ambas alas, dando al río, un arco serliano proporciona el punto de fuga a la profunda perspectiva. También añadió un largo pasillo porticado para unirlo, sobre el Ponte Vecchio, con el Palacio Pitti.
No fue tan austero en el adorno exterior con esgrafiados del Palacio de la Carovana, en Pisa (1569), para domicilio de la Orden de los Caballeros de San Esteban fundada por los grandes duques, y cuya fachada cóncava lleva nichos ovalados para acoger bustos mediceos.
El mismo año natalicio de Vasari, 1511, ocurrió el nacimiento del florentino Bartolommeo Ammannati, también formado como escultor, que trabajó en Venecia cerca de Jacobo Sansovino y luego en Roma a requerimiento de Paulo III. Cosme I le encomendó, al regresar a Florencia, la ampliación del Palacio Pitti para morada de la familia. El viejo palacio construido por Brunelleschi para los Pitti antes de mediar el siglo XV, quedó embutido en un conjunto más ambicioso, formado por dos alas perpendiculares que encierran un gran patio, abierto a los jardines de Bóboli, con los que forma conjunto como expansión de verdor, fuentes y esculturas hacia la falda de la colina de San Miniato. La abstracta repetición del almohadillado, que invade todos los soportes anillados, jambas y roscas de los arcos, provocan un vigoroso claroscuro aún más pronunciado que en la Zecca veneciana de Sansovino.
Construyó también Ammannati, sobre diseños de Miguel Angel, el ágil puente de Santa Trinitá, un tramo más abajo del Arno, entre 1567 y 1569, con tres arcos carpaneles muy rebajados sobre sólidos tajamares. Fue destruido por los alemanes al final de la II Guerra Mundial, pero la reconstrucción le devolvió el diseño original de Buonarroti.
En Roma edificó al final de su vida para la Compañía de Jesús el colegio Romano, del que se ha dicho expresa su crisis religiosa. Los recuerdos de Miguel Angel, aprovechados también por Vasari en los Uffizi, son manifiestos y hasta las cruces güelfas cuatrocentistas le vinculan a Florencia.
Como arquitecto de jardines, la fascinante aportación urbanística del Manierismo maduro, Ammannati no sólo hizo convertir las pendientes del jardín de Bóboli en amplio espacio de verdor, sino que dispuso fuentes y glorietas donde más tarde Buontalenti agregará grutas y otras fantasías.
También intervino, al parecer con Pirro Ligorio, autor de otros hermosos jardines, en el Bosque sacro de Bomarzo, cerca de Viterbo, que entre 1564 y 1586 le tuvo ocupado en esculpir para la familia Orsini monstruos de piedra, pabellones y grutas pétreas de alucinante visión.
Quien cierra este período final del Manierismo florentino es Bernardo Buontalenti (1536-1608), que sucedió a Ammannati y Vasari como arquitecto de los Médicis. Talento polifacético, lo mismo construía iglesias o grutas con estalactitas que trazaba el plano de Livorno, diseñaba joyas o jarrones de lapislázuli, carrozas para desfiles, tramoyas y decorados para teatro, pirotecnia y director de danzas. La fachada un tanto albertiana de Santa Trinitá es suya, y también el fuerte del Belvedere, que no revelan gran imaginación; en cambio demostró fantasía y capricho en los detalles como el frontón invertido de la Puerta de la Súplica en los Uffizi, o los caracoles y conchas que ideó para la escalinata de la citada Santa Trinitá (1574), ahora en el templo de Santo Stefano.